- Dom, 30 Oct 2005 21:57
#129219
Os remito una nota escrita por el director adjunto del periódico "La Vanguardia".
Aeródromo de Sabadell
ALFREDO ABIÁN - 30/10/2005
Director adjunto
La mayor maldición que puede padecer un paranoico es que le persigan de verdad. Y el mayor anatema a que se enfrenta cualquier sociedad desarrollada es comprobar que el bienestar no impide morir accidentalmente y en circunstancias absurdas. Pero lo que ningún ciudadano debería permitir es que el miedo, tenga raíces atávicas o intereses mundanos, paralice la fuerza motriz del desarrollo bien entendido. Desde esta perspectiva resultan un tanto chocantes las reacciones que han suscitado los dos accidentes mortales que se han registrado, en el plazo de un mes, en el aeródromo de Sabadell. El suplemento dominical Revista nos ofrece hoy un análisis riguroso sobre esta infraestructura aeroportuaria, que unos visionarios proyectaron hace tres cuartos de siglo, cuando este país aún se desplazaba a lomos de jamelgos, y que hoy continúa siendo más imprescindible si cabe. La simple observación de las fotografías del aeródromo en 1950 y las actuales demuestra que el único responsable del temor ciudadano que se ha instalado en determinados sectores de Sabadell, Sant Quirze, Badia o Barberà es el delirante crecimiento urbano y no las pobres pistas. En cualquier caso, convendría que todos tengamos presente que nadie está salvo de una catástrofe. Y que si las miles de muertes que cada año dejan las carreteras no nos empujan a pedir la clausura de éstas, un fatal accidente aéreo tampoco debería llevar a exigir que determinadas infraestructuras básicas se trasladen a lugares remotos donde carecerían de sentido.
Aeródromo de Sabadell
ALFREDO ABIÁN - 30/10/2005
Director adjunto
La mayor maldición que puede padecer un paranoico es que le persigan de verdad. Y el mayor anatema a que se enfrenta cualquier sociedad desarrollada es comprobar que el bienestar no impide morir accidentalmente y en circunstancias absurdas. Pero lo que ningún ciudadano debería permitir es que el miedo, tenga raíces atávicas o intereses mundanos, paralice la fuerza motriz del desarrollo bien entendido. Desde esta perspectiva resultan un tanto chocantes las reacciones que han suscitado los dos accidentes mortales que se han registrado, en el plazo de un mes, en el aeródromo de Sabadell. El suplemento dominical Revista nos ofrece hoy un análisis riguroso sobre esta infraestructura aeroportuaria, que unos visionarios proyectaron hace tres cuartos de siglo, cuando este país aún se desplazaba a lomos de jamelgos, y que hoy continúa siendo más imprescindible si cabe. La simple observación de las fotografías del aeródromo en 1950 y las actuales demuestra que el único responsable del temor ciudadano que se ha instalado en determinados sectores de Sabadell, Sant Quirze, Badia o Barberà es el delirante crecimiento urbano y no las pobres pistas. En cualquier caso, convendría que todos tengamos presente que nadie está salvo de una catástrofe. Y que si las miles de muertes que cada año dejan las carreteras no nos empujan a pedir la clausura de éstas, un fatal accidente aéreo tampoco debería llevar a exigir que determinadas infraestructuras básicas se trasladen a lugares remotos donde carecerían de sentido.
No se puede ser búho de noche y águila de día.
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