Por Fernando Bielsa - Vie, 02 Nov 2018 17:44
- Vie, 02 Nov 2018 17:44
#1390873
Equipamiento
El aspecto que más ha contribuido a la mala prensa del P-38 es, sin duda, la facilidad para entrar en barrena cuando un motor se para por cualquier motivo. Se trata de un avión con una gran distancia entre motores, por lo que cualquier problema en uno de ellos se traduce en una guiñada incontrolada y en la casi segura pérdida del aparato.
El real era fácilmente controlable por el piloto, quien disponía de información inmediata en caso de emergencia y podía compensar rápidamente las superficies de mando. En caso del aeromodelo, dependiendo de la distancia a la que se encuentre de nosotros, puede ser difícil apreciar el motor afectado a tiempo, de forma que, cuando queramos reaccionar, ya será tarde.
Debemos comentar que con un solo motor funcionando se pierde, al menos, un 50% de potencia en vuelo siempre que mantengamos la aceleración al máximo, pero esta tracción es precisamente la que provoca el levantamiento del ala de ese costado y la entrada en barrena incontrolada hacia el otro; subir el morro en esa situación, precipitaría el desastre. ¿Quién no ha visto en alguna ocasión un precioso bimotor perder un motor en vuelo e inmediatamente, para sorpresa de todos, realizar la llamada “espiral de la muerte”?
Por tanto, si esto ocurre, hay que reducir el gas restante a un ralentí largo, adoptar inmediatamente una actitud de descenso para no perder velocidad y aterrizar por derecho. Si se acelera algo para no quedarse corto, debe hacerse lentamente sin pasar del 50% de gas, y, sobre todo, realizar los giros abiertos, mezclando con deriva, hacia el lado del motor en marcha. Hay que tener en cuenta que, al no poder pasar del 50% de gas, el avión sólo dispondrá de un 25% de potencia máxima real, por lo que no queda otra opción que plantear, sin dilación, el aterrizaje forzoso.
Ante este panorama tan poco alentador, parece crucial adoptar medidas tendentes a minimizar el riesgo comentado, máxime en un modelo con motor de explosión y, sobre todo, tan laborioso. Por tanto, me incliné desde el principio a dotar a este aparato de especiales sistemas electrónicos de ayuda en vuelo, aunque eso supone mayor complejidad del equipamiento, dificultad en su programación y posibilidad de fallos electrónicos de otra índole.
El aspecto que más ha contribuido a la mala prensa del P-38 es, sin duda, la facilidad para entrar en barrena cuando un motor se para por cualquier motivo. Se trata de un avión con una gran distancia entre motores, por lo que cualquier problema en uno de ellos se traduce en una guiñada incontrolada y en la casi segura pérdida del aparato.
El real era fácilmente controlable por el piloto, quien disponía de información inmediata en caso de emergencia y podía compensar rápidamente las superficies de mando. En caso del aeromodelo, dependiendo de la distancia a la que se encuentre de nosotros, puede ser difícil apreciar el motor afectado a tiempo, de forma que, cuando queramos reaccionar, ya será tarde.
Debemos comentar que con un solo motor funcionando se pierde, al menos, un 50% de potencia en vuelo siempre que mantengamos la aceleración al máximo, pero esta tracción es precisamente la que provoca el levantamiento del ala de ese costado y la entrada en barrena incontrolada hacia el otro; subir el morro en esa situación, precipitaría el desastre. ¿Quién no ha visto en alguna ocasión un precioso bimotor perder un motor en vuelo e inmediatamente, para sorpresa de todos, realizar la llamada “espiral de la muerte”?
Por tanto, si esto ocurre, hay que reducir el gas restante a un ralentí largo, adoptar inmediatamente una actitud de descenso para no perder velocidad y aterrizar por derecho. Si se acelera algo para no quedarse corto, debe hacerse lentamente sin pasar del 50% de gas, y, sobre todo, realizar los giros abiertos, mezclando con deriva, hacia el lado del motor en marcha. Hay que tener en cuenta que, al no poder pasar del 50% de gas, el avión sólo dispondrá de un 25% de potencia máxima real, por lo que no queda otra opción que plantear, sin dilación, el aterrizaje forzoso.
Ante este panorama tan poco alentador, parece crucial adoptar medidas tendentes a minimizar el riesgo comentado, máxime en un modelo con motor de explosión y, sobre todo, tan laborioso. Por tanto, me incliné desde el principio a dotar a este aparato de especiales sistemas electrónicos de ayuda en vuelo, aunque eso supone mayor complejidad del equipamiento, dificultad en su programación y posibilidad de fallos electrónicos de otra índole.
El primer 90% de un proyecto es divertido; el segundo 90% es terminar con la construcción y los detalles; el tercer 90% es hacer que todo funcione correctamente